viernes, 5 de febrero de 2010

Escuela de las Américas

14-julio-2009
La llamada Escuela de los Militares Asesinos está siendo puesto a prueba por el Senado estadounidense. El 25 de junio pasado el Congreso le ha pedido revele públicamente los nombres, los rangos, los países de origen, los cursos tomados y la asistencia de estudiantes e instructores, como condición para seguirle otorgando recursos. Los militares se resisten a la transparencia, pero su financiamiento, de 20 millones de dólares anuales, está en riesgo.
Fundada en 1946, en Fort Gulick, dentro de la antigua zona militar estadounidense de Panamá, la Escuela de las Américas ha entrenado a más de 64 mil militares de países del Caribe y América Latina, algunos de los cuales, con el tiempo, se convirtieron en dictadores de sus respectivos países.
La enseñanza, depuración y sofisticación de la tortura es uno de los sellos de esa casa. En sus aulas se enseñó con un manual del ejército gringo, de mil 169 páginas denominado “Programa de Entrenamiento para Inteligencia extranjera” o también conocido como “Proyecto X”, que enseñaba técnicas de contrainsurgencia que eran violatorias de los derechos humanos, aprendidas y aplicadas desde Vietnam hasta América Latina.
Fue el libro de cabecera de gorilas de Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Perú y aplicado de manera unilateral por militares de Bolivia, Costa Rica, República Dominicana, Honduras, México y Venezuela, durante los años de la guerra sucia en los años 70.
Un ejemplo: 19 de 26 soldados acusados de haber perpetrado el asesinato de seis sacerdotes jesuitas y sus ayudantes en El Salvador, en la década de los 80, pasaron por la Escuela de las Américas. El director de la escuela dijo ante un comité del Senado, en 1998, que ellos fueron sólo unas “manzanas podridas”, pero no el común de sus estudiantes.
Testimonios rendidos ante el Senado americano confirman la vocación hacia la tortura y el asesinato de las materias impartidas, siempre bajo el supuesto de un enemigo comunista al que había que liquidar por completo, bajo una lógica propia de los años de la Guerra Fría Miles de hombres, mujeres y niños inocentes en América Latina han sido torturados, desaparecidos, masacrados o ejecutados por las manos de los orgullosos graduados de este nefasto instituto, que sólo era el aparato represor de toda una misión mayor del gobierno de Estados Unidos: defender el sistema económico capitalista y acabar con quienes pugnaban por la autodeterminación de sus pueblos, por reformas agrarias, mejores niveles salariales y acceso a mejores estándares de salud y alimentación.
En 1984, tras los tratados de entrega del canal a la soberanía de Panamá, la Escuela fue trasladada a territorio norteamericano, en Fort Benning, en Columbus, Georgia, donde de paso se le cambió el nombre pero no las mañas. Se le nombró Instituto para la Cooperación en Seguridad del Hemisferio Occidental (WHINSEC, por sus siglas en inglés).
El cambio, por supuesto, sólo fue cosmético. En el año 2000, el vocero del Ejército estadounidense, el mayor Thomas Collins, confirmó que la Escuela continuaba con su agenda de contacto entre instituciones militares de otros países de la región, aunque con diferente nombre.
Por el descrédito de esta escuela, cinco países que entraron con el tiempo en sistemas democráticos decidieron retirar a su personal militar de cualquier contacto con ella: Argentina, Bolivia, Costa Rica, Uruguay y Venezuela . Ominosamente, México no figura en este grupo.
George Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld, tuvieron en la Escuela a un aliado perfecto para su doctrina en contra del terrorismo islámico, al grado de que la tortura fue elevada a rango de práctica legítima, bendecida por la Casa Blanca. Ahora Barack Obama pretende ponerle freno, con la idea de que los americanos no torturan.
Este tema demostrará qué tanta fuerza tiene el nuevo mandatario para revertir años de ultraderechismo, o si los grupos de poder fáctico le harán frente conf uerza y evitarán que se atente contra los pilares de su fanatismo ideológico.

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