miércoles, 15 de abril de 2015

La Revolución no está a la vuelta de la esquina (análisis)

Ante el actual contexto en el que se desenvuelve la lucha de clases, consideramos necesario analizar algunos elementos políticos, históricos y económicos para tener una perspectiva más clara de las tareas que estamos llamados a desarrollar los socialistas tanto política, como organizativamente. Nos encontramos ante la consolidación del régimen neoliberal y la reafirmación del papel de México en la división internacional del trabajo, por medio del desmantelamiento y privatización del aparato productivo nacional.
El proletariado de nuestro país se enfrenta a condiciones de precarización laboral, acentuadas por la puesta en práctica sin ataduras de la reforma laboral. Los procesos en los que se desarrolla la conciencia de clase son ínfimos y los esfuerzos por impedir u obstaculizar la puesta en marcha de las medidas neoliberales son múltiples, aunque siguen siendo pocos los que han intentado construir alternativas.
La brutal represión de la que fueron objeto los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, exhibe ante el pueblo y ante el mundo la agudización del terrorismo de Estado. Hay quienes piensan que este hecho es tan grave y la respuesta social ha sido tan amplia y fuerte, que la represión tenderá a disminuir o a disimularse. Nosotros consideramos que la represión tenderá a agudizarse y las organizaciones sociales y populares debemos de estar preparadas para ello, tanto para resistir los golpes, como para responder de manera organizada.
Existe un fenómeno de reactivación de las organizaciones populares y de “radicalización” de ciertos sectores juveniles organizados. En algunos casos, se ha optado por realizar acciones aisladas sin impacto político en las amplias masas, que no construyen organización, fomentan el individualismo y el culto a la espontaneidad, han adoptado un izquierdismo de consigna, de fraseología revolucionaria.
Las organizaciones oportunistas y reformistas dentro del movimiento, también han jugado su tradicional papel en la presente coyuntura. Atacando a los grupos radicalizados, señalándolos como “provocadores” e “infiltrados”, facilitándole la labor a los cuerpos represivos, dividiendo y generando desconfianza y pretendiendo que las únicas formas legítimas de lucha son aquellas que mantienen al movimiento en la lógica de la “manifestación semanal”, sin construir organización, promoviendo la inmovilidad y el desgaste.
Muchos grupos y organizaciones agitan en su propaganda consignas altisonantes y llamados a la “huelga general” o al “asalto al cielo”, llegando al exceso de caracterizar la presente situación como una “situación revolucionaria” o “pre-revolucionaria”. Creen, erróneamente, que las personas que han empezado a movilizarse en esta coyuntura estarán movilizadas siempre, pero ante el reflujo del movimiento se han quedado paralizadas y sin un plan de acción o alternativas organizativas que apunten a superarlo.
El derrocamiento del sistema de dominación y explotación existente, es imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. Lenin definió las características de una situación revolucionaria, las cuales consisten, por un lado, en el agotamiento del sistema de dominación de clase y, por otro, la aptitud revolucionaria de la vanguardia del movimiento; aquellos que encabezan la lucha, deben ser capaces de llevar la lucha hacia adelante y arrastrar tras de sí hasta a los sectores más atrasados del pueblo.
En la coyuntura actual estas condiciones no existen. No existe una amplia crisis política nacional, ni existe, por el momento, una vanguardia revolucionaria que haya llevado la agitación política hasta los sectores más atrasados del pueblo. Esto no significa que lo hecho hasta ahora haya sido en vano, lo que significa es, precisamente, que falta muchísimo por hacer. Existe un sentimiento generalizado de que “las cosas no están bien como están” y ese sentimiento es una llave para el desarrollo de amplio trabajo organizativo entre el pueblo.
No debemos subestimar al Estado, la capacidad del régimen para afrontar el descontento social con dádivas o con represión, sigue siendo su principal fortaleza. El Estado le apuesta al desgaste del movimiento, a que ante la falta de alternativas organizativas claras y de largo plazo, la frustración y el cansancio venzan a la movilización popular.
Si bien, no estamos en una etapa donde vaya a consolidarse una alternativa revolucionaria, si podemos ver que entre muchos compañeros y organizaciones hay la inquietud de organizarse en grupos cada vez más amplios, de ahí que las asambleas jueguen un papel importante en el movimiento estudiantil y las coordinaciones de masas en el movimiento social y popular que, aunque incipientes aún, tienen un amplio trabajo político y posibilidades organizativas por desarrollar.
La tarea central de los socialistas en la presente coyuntura consiste en ampliar y consolidar nuestras organizaciones, apuntalar los avances del pueblo en lucha, empujar en los retrocesos y hacer que la voz de los socialistas se escuche en más espacios para que nuestras consignas vayan permeando entre sectores cada vez más amplios del pueblo trabajador. Debemos vencer el miedo y ayudar a que otros lo venzan. No podemos dejar que el Estado transforme la sensibilidad social despertada en grandes capas de la población en miedo y frustración.
Necesitamos construir una alternativa de clase. Debemos luchar por llevar organización a donde no la hay y convencer a aquellos que empiezan a organizarse que hacerlo constituye su primera victoria. El futuro parece lleno de obstáculos, pero será nuestra determinación y convicción socialista la que allane el camino. Seremos quienes, caminando con el pueblo organizado, hagamos converger en un solo torrente de lucha todos los esfuerzos que diariamente se realizan por transformar nuestra realidad.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATE del No. 6 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 7 de marzo de 2015.
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